lunes, 7 de junio de 2010

Número 8


Se trató de una calumnia
(Rentacar II)


Apretado resumen de la historia Nro 7 –Un verdadero milagro–, que continuará luego de este resumen en la historia Nro 8, es decir, en esta:

Roberto Renta Cartolano, Rentacar fue –es, ¡vive aún!– un radioaficionado que quedó en la historia como el primer relator partidario y ala vez global del Club Atlético Los Andes. Impedido de trasladarse con sus equipos hasta la cancha, permanecía en su base y disponía como enviado de un vecino apodado Pandeleche, que iba y venía en bicicleta hasta el estadio en procura de información. A través del hobby-ciencia Rentacar hacía llegar al mundo las alternativas de los partidos de nuestro equipo de fútbol, sazonando sus relatos –aquí el hecho distintivo– con referencias a las mejores leyendas y personajes de las las mitologías del mundo.

“El Atalanta que todos admiramos: eso ha vuelto a ser hoy frente a Argentino de Quilmes nuestro inefable Eshu”, se inspiraba, por ejemplo, al ponderar las acciones en el campo de juego del querido Hugo Aimetta. Atalanta, sepámoslo, es una deidad griega con fama de correr más rápido que cualquier otro mortal; Eshu, una deidad africana famosa por sus bromas y “presente en los lugares donde se reúnen muchas personas”, según bien define (en ambos casos) el Diccionario de Mitología de Hernán Di Nucci.

Centro agónico que volaba hacia nuestra área y Rentacar que soñaba en nuestro arquero un resuelto Demcog, dios patrono tibetano de doce brazos. Llegaba el envío con veneno por debajo, los delanteros rivales eran los primeros en interceptarlo, y Rentacar cargaba entonces contra nuestros ineficaces epimeteos, titanes cuyo nombre refiere a seres inocentes caracterizados por su “percepción restrospectiva e ideas tardías”.

Una locura enfermiza por la mitología que lo llevaba al colmo de tropezar con las palabras y sostener, por ejemplo, que un referí había sido elegido “a Dédalo”, pensando –más que en un arbitrario índice entre bambalinas– en el constructor y poseedor del secreto para escapar del Laberinto de Creta.

Así hasta el cansacio. Los directivos de anuncio fácil y bajo cumplimiento pasaban a ser nuestros prometeos y los rutinarios baches futbolísticos del equipo profundos Guinugagap, noción de la mitológica nórdica que describe “el abismo que bosteza, el vacío que contuvo al energía latente de la creación”.

Pero claro, y como dice una mezcla de refrenes, lo bueno no dura 100 años. Amigos del enigma, en la historia que se continúa en esta, puntualizábamos:

“La noticias sobre Rentacar se vuelven más espaciadas al inicio mismo de la década del 80. Pero en los corrillos de los LU´s aún circula que Cartolano apartó su atención del derrotero del equipo milrayitas para para sumarse a una insólita acción política”.

Digamos de una vez por todas que la versión indica lo siguiente: que en el año 1980, Rentacar participó y probablemente ideó y hasta encabezó -los rumores no son unánimes en este punto- una valiente oposición civil a la negativa de la dictadura militar de participar en los Juegos Olímpicos de Moscú. Sí, un boicot al boicot.

Documentación microfilmada en precario poder de los profesores Constantino Emilio Gaito y Filemón Tévez y Tessone –la tienen guardada en el lavadero, en la caja de una plancha- apunta que bajo marcial interpretación del punto II (“el radioaficionado es leal”) y el punto V (“el radiofacionado es disciplinado”) del Código escrito en1928 por Paul M. Segal, los colegas de Rentacar recepcionaron durante tres semanas comunicados que en absoluto le interesaban. Mientras esperaban noticias sobre las diabluras del Nene Díaz –ya apodado el Maradona de la B-, las ondas transportaban datos sobre el gimnasta Alexandre Ditiatin, el primero en conseguir ocho medallas en un Juego; los surtían de datos sobre el fondista etíope Miruts Yifter, ganador de los 5.000 y 10.000 metros, o de la propia Nadia Comaneci, que ya no era la gloria de Montreal pero igual se llevó dos oros en los controvertidos Juegos de la más tarde ex Unión Soviética.

¿Pudo haber sido Rentacar capaz de algo así? “No me parece. Al menos no hay pruebas serias de que haya participado, ni mucho menos liderado, un contraboicot –se mete a refutar ¡una vez más! el cabezadura historiador y estadígrafo milrayitas Pablo Marcos Videla-. Mi especulación es que se trató de una calumnia de alguien que no lo quería, para estigmatizarlo como comunista. Otra cosa no puedo pensar”.

Al parecer –y aunque Pablo Marcos Videla se haga el distraído al respecto– hay otro elemento que sustenta la leyenda. Se trata de una foto –realmente existente– que Rentacar se sacó en su cuartucho de su casa de la calle Laprida, para adornar las tarjetas QSR que enviaba al mundo como certificación de las comunicaciones exitosas. En la foto, detrás del retratado, junto a un cuadrito con el certificado de un tercer puesto en un Concurso de Faros, se distingue con claridad un pergamimo emitido en 1976 por el Gosconcert, el órgano de difusión artística moscovita. En el diploma, de esbelta caligrafía, el organismo agradece a Rentacar la retransmisión por radio de un ciclo de grabaciones de Fedor Chaliapin, máximo cantante de ópera ruso de la primera mitad del siglo XX, declarado Artista del Pueblo por el régimen soviético.

“¡Artista del Pueblo! –se exalta Pablo Marcos Videla sobre la figura de Chaliapin–. ¡Macanudo! ¡Pero bien que de la revolución se aburrió en menos de cuatro años! ¡Se rajó en el 21 y ahora esta bien enterradito en París!”.

Videla dice además tener “perfectamente corroborado” que Rentacar era miembro adherente del Club Gogol, un grupo disidente de propaganda que traficaba con la memoria del autor de El Capote para justificar su antojadizo lema: “Existía una Rusia mucho mejor antes de los comunistas.”

Y bien, y dicho esto en voz baja, para no darle la oportunidad al aludido de desplegar su plumaje: quizás esta vez el estadígrafo aguafiestas tenga razón.
Queda la chance de chequearlo con el propio Rentacar. Sabemos que vive aún. El detalle es que no conocemos dónde.

Por eso si alguno lo ubica, nos escribe por favor.